Tuesday, March 29, 2011

Carta abierta

Y la envidia se escondió tras la sombra de un triunfo.

Creo que, el error más grande que he cometido es asociar directamente la envidia con lo material. Tener un lindo carro, una linda casa, lindas vacaciones y lindas fotos familiares, es algo que todo mundo desea y no todos tienen ¿cierto?.

Pero, más que una admiración exagerada y poco sana, la envidia viene de la mano con la inseguridad, el querer algo y ponerse un límite negativo inmediatamente. Es ver a alguien lograr algo y decir que queremos lograr eso mismo pero instantáneamente negar nuestra posibilidad de alcanzarlo.

Hay quienes, ciertamente, envidian las cosas materiales, hay personas que envidian los logros de otras. Yo envidio lo aceptadas que son, cómo encajan perfectamente en un círculo determinado, como si pertenecieran naturalmente a él. Envidio el cariño que les dan desde el comienzo, incluso sin habérselo ganado.

Con el tiempo, la aceptación se ha convertido en algo importante para mí, quizás demasiado; y el simplemente no encajar en ninguna parte me manda un ladrillo al estómago que se siente como miles de ellos, y me hundo, y nadie lo sabe. Ser la mejor académicamente, ser buena amiga, ser buena persona, saber dibujar y poder cantar son cosas que me han sido dadas o en las que trabajo, para conseguir esa piecita que me falta y que día a día se aleja un poco más.

Y se siente fatal, se siente fatal estar en un grupo de personas y no pertenecer a ellas, ser desechable, ser prescindible. Porque eso -después de todo- es lo que soy, prescindible.

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