Wednesday, May 11, 2011

Bia

-We are not what you think we are, we are golden, we a...- La mano de la chica voló rápida hacia el botón de apagado de la alarma y, estirándose en la cama, se dio la vuelta para continuar durmiendo. No quería salir del lecho, no quería ver cómo el sol le sonreía irónicamente y por sobre todas las cosas, no quería enfrentarse a cómo le había hecho sentir el corillo de la canción en su celular. Con la cara enterrada en la almohada, saladas lágrimas bajaron por sus mejillas y se confundieron con la floreada funda de la almohada ¿qué pasaría ese día? ¿transcurriría como uno normal? ¿o se notaría el cambio?

Su madre la llamó desde el rellano inferior, sacándola de la cama con aquella voz dulce que ahora le parecía chillona.  Bia se calzó las pantuflas y buscó en el montón de cosas que había en la silla de su escritorio hasta encontrar una bata de baño limpia, perfumada y con un excéntrico estampado floral. Debía dejar la obsesión con las flores. Entró en el baño y abrió el agua de la ducha mientras se cepillaba los dientes, esperando a que el calentador funcionara y luego se fundió en el manto plateado que describían las finas gotas plateadas; de nuevo, el llanto apareció en forma de ahogados sollozos y lágrimas que lavaban su cara ya limpia. No estaba lista. 

El desayuno y el camino a la escuela pasaron como una exhalación y sin darse cuenta, sus pies se detuvieron frente a la verja blanca del plantel educativo; una gran pancarta colgada de la fachada con un alentador mensaje de despedida. El dolor en el pecho de Bia estaba haciéndose insoportable y verles sonriendo del otro lado del portón hizo casi imposible la tarea de no llorar. Había estado manteniéndose fuerte toda aquella semana, ella era la que sonreía y daba palabras de ánimo a las chicas que sollozaban en los rincones, con la cabeza en el regazo de una amiga que le acariciaba el cabello; pero ahora estaba destrozada, ahí, frente al portón del colegio, no podía decidirse a entrar y enfrentarse al último día de la escuela secundaria, no podía enfrentarse al dolor y a las despedidas. No quería enfrentarse al hecho de que aquellas sonrisas eran de despedida.

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Este post tiene una dedicatoria especial, algo rara dado que no he hecho una en los últimos escritos que he publicado. Va dirigido a todas las chicas del lado derecho del salón, a la reggaetonera, a la rocker, a la tímida deportista, a la fresa rosada, a la odiosa y a la indecisa. Al club de canto improvisado, a los chistes de doble sentido y a burlarnos de nosotras. Va también a mi amigo el dibujante. Han hecho estos últimos tres años los mejores de mi vida y sé que los próximos catorce meses serán igual de impresionantes. Los ama

-Lu