Tuesday, March 29, 2011

Huida

El viento frío se cuela por la ventana, haciendo un sonido sibilante, casi angustioso. El cartón que tapaba la falta de cristal se ha caído al piso y revolotea en corrientes de aire a ras del suelo, casi tocando la alfombra deshilachada y el sucio porcelanato verde en su recorrido pesaroso. Voy y cierro la ventana como si fuese a hacer una diferencia, como si con eso dejase de hacer frío y yo estuviera menos rota; me abrigo a medias con el suéter -liviano, de verano- y vuelvo a la desordenada peinadora frente a la que estaba momentos antes. Sobre ella hay un par de cosméticos baratos, de esos que se compran en las cajas de los supermercados y un pincel casi sin cerdas hace las veces de brocha para ojos.

Con mano entrenada vacío un poco de producto en dos dedos diestros, es demasiado aceitoso para mi gusto pero servirá. Cubro el moretón en la parte baja de mi ojo izquierdo; al principio luce como una pasta pero con la fricción comienza a verse como parte de la piel. Tomo aire porque duele, la experiencia me ha enseñado que si corto la respiración deja de hacerlo. Expiro en entrecortados movimientos, visibles por el clima en forma de humo blanco y triste y muevo los dedos y el producto hacia el pómulo, donde también hay un moretón. Tocan a la puerta. "Ya voy" digo, y tocan de nuevo, cada golpe más fuerte que el anterior, inspirando uno más miedo que el otro; incentivándome a huir por la ventana. 

Ha de estar a punto de derrumbarse la puerta cuando dejo atrás el cristal faltante, el cartón paseante y la multitud de maquillaje de cuarta que tengo que usar para tapar los moretones. Llevo conmigo sólo el suéter veraniego... y es invierno. El frío se cala poco a poco en mis huesos, haciéndome soltar maldiciones que se confunden con las nubes en otras volutas de blanco humo; no lloro por temor a que se me congelen las lágrimas en las mejillas y mis piernas flaquean, incapaces de sostenerse a sí mismas sobre el blando suelo. Me siento desfallecer y es sólo el recuerdo de la ventana sin cristal y el cartón que se ha caído lo que me permite seguir adelante, sin rumbo fijo, sin plan de acción más que el de alejarme de aquel que me ama y sin embargo me ha hecho tanto daño.

Razones, acciones y hechos.

Una pincelada de rubor en la mejilla y la piel naturalmente blanca se tornó rosada. El dedo presto buscó selectivamente la brocha y con un toque ensayado pintó de oro un párpado afectado por la flojera, a continuación, cremoso carmín fluyó en la boca y gotas pequeñas -pequeñísimas- de perfume poblaron el cuello, terso y llano; frágil. Las pestañas eran negras -negrísimas- y el frío era casi invernal; la malla de red cubría unas piernas largas y delgadas como el Nilo serpenteante. Pestañea una vez, el brillo de la sombra de ojos se intensifica bajo la luz del espejo con reflectores y el sonido burbujeante de la champaña recién descorchada recorre el lugar como un susurro efímero. Él abre la puerta, ella le sirve una copa y embutida en la majestuosidad de su traje de plumas, se levanta del taburete acolchado para deshacerle el nudo de la corbata con dedos delgados y perfectos, de novata.

Una lágrima negra recorre su mejilla, las pestañas vuelven a ser rubias y el cabello desarreglado cae sobre su espalda, cubierta de plumas y lentejuelas. Tiene marcas de dientes en el cuello, quizás un moretón o dos aparecerán ahí donde la tela cubre la piel. Se sienta en la silla, enciende un cigarrillo y le mira dormir, otra lágrima cae y todo el oro de sus ojos se ha esfumado. Sólo quedan un par de pozos sin fondo, azules y tristes, casi muertos. El cigarrillo sabe a canela, el alquitrán se adhiere a sus pulmones y comienza a sentir áspera la garganta, tose, él se menea en la cama. Se pone en pie, manchando de plumas y brillantina el taburete acolchado; sale de la sala y promete no volver jamás

¿Por qué lo ha hecho? ¿Qué la ha motivado? El humo en el aire esconde la última lágrima, producto del recuerdo de la insatisfactoria experiencia.

Maya

Los monstruos son reales, y los fantasmas también, viven dentro de nosotros y algunas veces, ellos ganan.

Maya era preciosa. Piel canela, ojos verdes y una mata espesa de cabello rizado cuyo color original no recuerdo. Era hermosa, con sus labios carnosos, nariz cincelada y cintura perfecta, piernas largas y esbeltas, pies pequeños y delicados. De cutis perfecto, palabras adecuadas y vestimenta a la última, era natural que Carlos estuviera a sus pies.

Maya era la estudiante modelo, un A en todos los exámenes, notas con estrellas por parte de los profesores, su mano era la que se alzaba primero, era la que respondía de forma más completa a las preguntas de los profesores. Era jóven, bonita y bastante inteligente, le gustaba ayudar a la gente y tenía muy buena sazón, tocaba la guitarra, la flauta y el piano, su voz estaba llena de golondrinas y alondras.

Maya era todo lo que yo quería ser, ella daba todo por ser alguien más.

Yo, blanca, gorda y reseca. Comentarios mordaces a diestra y siniestra, ojos marrones que no tienen nada de especial, cabello chiflado, dientes chuecos. No era mi espalda la que describía una curva sutil al sentarme, no eran mis caderas las que se movían con gracia al caminar. Carlos no suspiraba por mí, no me devolvía el corazón que me había quitado, ni quería darme el de él.

Yo, fea, floja y renuente a aprender, dibujando en las esquinas de los cuadernos, queriéndome tatuar el mundo en el cuerpo y pugnando por adelgazar esas veinticinco libras que me faltaban. Yo, la de los pantalones talla especial, la que no podía utilizar shorts, la que odiaba los vestidos por hacerla ver más gruesa. La de los brazos feos, la papada sin igual, yo; la invisible para todo a excepción de las bromas.

Era un diez en la clase de los fracasos, era un diez en sentirme miserable, era un diez en tener plena conciencia de mí misma y de dejar que mis demonios salieran de bajo la cama y me halaran de los pies. Yo, era un diez en pensar que no había nada más que dar. Al menos para mí.

Maya murió siendo inalcanzable, queriendo ser normal. Yo existo queriendo ser ella, esté muerta o no. Carlos vive por Maya, por su fantasma y sus anhelos y me tortura a mí por no haber muerto, por ser invisible, por no ser ella

Opuestos y Maryna

Estaría mintiéndote si te digo la verdad, pues aún mi más grande certeza parece ahora una mentira.

Es terreno inseguro cuando estoy a tu lado, mentiras, engaños disfrazados de la más cortés de las verdades; felicidad embotellada en una conversación, corazones expuestos sin decirlo. Es desconfianza y comodidad, una sonrisa con la experiencia del día y un abrazo imaginario que se antoja cálido e invitador. Es añoranza y es querer, fantasía y realidad, ausencia y presencia coladas en el mismo tamiz. Y es beso y es abrazo, y amistad y amor, obsesión e indiferencia, es la pregunta constante de si ya me has olvidado, si seré capaz de olvidarte a tí. Es la marca en aquel corazón impostor de forma dudosa. Es la certeza de que has significado algo. Y de nuevo todo es una mentira.

Habré de verte de nuevo, quizás, no lo sé, y te me antojas distante, frío, y más te quiero aquí, cálido como el abrazo imaginario, suave como la sonrisa fantasiosa, ardiente como el beso que no fue.

Estaría mintiéndote si te digo la verdad, pues aún mi más grande certeza parece ahora una mentira.

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Maryna se movía suelta de pies por la pista de baile, el vestido ondeando a su alrededor como un artificio; ella misma era una suerte de aparición, blanca, aúrea, en un líquido vestido carmín. Sus manos delicadas subían y bajaban describiendo figuras de trazos largos y finos como los dedos creadores. Sus caderas se movían al ritmo de aquel tango.

Se cae Maryna, se cayó Maryna, se ha caído. Sus pies alados han tropezado con el incorpóreo tul, sus finas facciones han dado con el tosco suelo, una rodilla blanca se ha manchado de sangre. Se ha torcido un tobillo, se ha raspado la barbilla, ya no podrá bailar; de lágrimas puras sus ojos se llenan y en un breve instante comienza a llorar. Maryna, Maryna, Maryna, de alados pies y gloriosa figura, dueña orgullosa de tanta hermosura, Maryna, soberbia Maryna, ¿cómo es que ahora te me antojas tan dañina?

Oscar

En el bar, a las 10, el aroma de jazmín de las mujeres en pie; una botella de vodka, un tequila sin sal y un  montón de sueños rotos que a la deriva se van.

En el bar, a las 10, Oscar se pasea huyendo del tropel, con paso sigiloso y una mancha en el lente, oscura sangre inmunda, escoria de la gente. Huye de la vida, la miseria y la soledad, refugiándose en una cantina que su conciencia ha de matar. Con sus manos toma el vaso de jerez, manos temblorosas que han matado a una mujer, pesa en su mente el cuerpo inerte, que moscas ha pescado más allá de la muerte. Manos ensangrentadas, torso acuchillado y un charco de sangre lavado por la lluvia.

En el bar, a las 10, una linda chica a Oscar se acerca, le ha dicho que lo ha visto desde la esquina, traviesa. Oscar muerde el polvo, él y su conciencia. Le mira furibundo -Vete- le dice, y con ojos oscuros su presencia maldice -Escapa de un monstruo, refúgiate en la noche, no dejes que mis manos de tu sangre manche-.La chica le mira -Acepto la prueba- dice juguetona, la sonrisa traviesa; el cigarro en la boca, el aliento a cereza.

Oscar se la lleva, pasadas las 10, tres cocteles encima y un vaso de jerez. La chica se desviste y con dulzura asiente al que sería autor de su muerte. Oscar la mira y le toma por los brazos, presenciando en el acto su ya evidente fracaso -Dolerá- afirma y la castaña sonríe -¡Anda, pronto! no queremos que mi cuerpo se enfríe-.

Otro bar, a las 10, el aroma a jazmín de las mujeres de pie. Oscar se pasea huyendo del tropel, dos manchas en su lente, dos vasos de jerez.

Y, shhh.

Debo contarte que quiero contar
Que ando loca buscando una isla en el mar
Donde olvidarme del bien, de tu mal
De tu cara bonita y ponerme a pensar.

Tras los bonitos momentos, las noches sin igual y el montón de risas, llega el cansancio, el desengaño y la rutina. Ese punto donde quieres dejar a la persona pero no sabes si serás capaz de seguir adelante sin ese eslabón en tu cadena. Los momentos con esa persona te hacen sentir más mal que bien y esperas que no venga, que no llame, que no textee porque no quieres verle y sentirte culpable.

Ante tí está el momento en que todo es tu culpa, donde te sientes mal incluso cuando no lo causes tú. Donde te cansas pero aguantas, donde callas y lloras sin decir nada. Ante tí está el momento de serel silente. El que aparentemente es valemadrista e indiferente frente a las situaciones que se presenten, pero que en realidad va con la carga a cuestas; sin sentirse ya parte de la vida de esa persona y dudando si aún la quiere como parte sustancial de la suya. El silente, al que le toca cantar y vaguear, buscando algo con lo que distraerse mientras las espinitas se van clavando más y más profundo en lo que sea que nos permita sentir.

Los silentes, como yo, queremos que nos sea suministrada una dosis de morfina para cuando ya no aguantemos sufrir más. Queremos que nos eliminen de las agendas cuando ya no nos soporten. Queremos evitar todo el drama que mal que bien siempre es causado en las relaciones.

Los silentes queremos que todo pase a nuestra manera.

En silencio y sin ningún dolor aparente.

Carta abierta

Y la envidia se escondió tras la sombra de un triunfo.

Creo que, el error más grande que he cometido es asociar directamente la envidia con lo material. Tener un lindo carro, una linda casa, lindas vacaciones y lindas fotos familiares, es algo que todo mundo desea y no todos tienen ¿cierto?.

Pero, más que una admiración exagerada y poco sana, la envidia viene de la mano con la inseguridad, el querer algo y ponerse un límite negativo inmediatamente. Es ver a alguien lograr algo y decir que queremos lograr eso mismo pero instantáneamente negar nuestra posibilidad de alcanzarlo.

Hay quienes, ciertamente, envidian las cosas materiales, hay personas que envidian los logros de otras. Yo envidio lo aceptadas que son, cómo encajan perfectamente en un círculo determinado, como si pertenecieran naturalmente a él. Envidio el cariño que les dan desde el comienzo, incluso sin habérselo ganado.

Con el tiempo, la aceptación se ha convertido en algo importante para mí, quizás demasiado; y el simplemente no encajar en ninguna parte me manda un ladrillo al estómago que se siente como miles de ellos, y me hundo, y nadie lo sabe. Ser la mejor académicamente, ser buena amiga, ser buena persona, saber dibujar y poder cantar son cosas que me han sido dadas o en las que trabajo, para conseguir esa piecita que me falta y que día a día se aleja un poco más.

Y se siente fatal, se siente fatal estar en un grupo de personas y no pertenecer a ellas, ser desechable, ser prescindible. Porque eso -después de todo- es lo que soy, prescindible.

Diario de Pennie Holloway

Edición número 33 del diario de Pennie.
13 de agosto de 2010.

Hoy me dediqué a mirarle. Perfecto, grandioso... todas las cualidades que se buscan en alguien con quien se pretende pasar una cantidad de tiempo indeterminada se reúnen en su cuerpo formando un nombre. Me atrevería a decir que él protagoniza las fantasías de un millón de chicas -en su mayoría colegialas- dentro del campus y ellas tienen razón, no hay persona más perfectamente cincelada, mejor portada y sobresaliente que Lucas.

¿La única cosa?

No me atrae.

Él como persona es un Dios, por fuera es un Adonis, y en el cuadro de honor encabeza la lista, además, tiene la beca universitaria por práctica de deportes y parece estar fijándose un poquito en mí. Pero no me atrae, él no me hace temblar, no envía mariposas a mi estómago ni una ola de calor a ninguna parte. No me pasa nada con él y es tan frustrante que... oh, bueno, mejor no vamos ahí.

Yo, a mí... él, es que... no creo que, no vayas a juzgarme ¿sí? Pero, me es imposible gustar de Lucas porque, porque a mí, yo, uhm, yo...

Ella es tan bonita, Diario, es de piel chocolate, con el pelo en bucles hasta los codos, huele a naranjas con cereza y esos labios. Dios. Esos labios llenos y rojos -porque son rojos- parecen líquidos, como si fuera un plástico conteniendo algún tipo de agua colorizada. Y su acento, es hindú con el tono seco de la persona que ha sido criada bajo un seno británico. Me gusta de verdad, Diario, cuando la veo no puedo pensar sino en tomar su mano, abrazarla, besarla.

Me gusta, me gusta tanto que la frustración se convierte poquito a poco en un buen puñado de dolor. Quiero tenerla para mí y sólo para mí Diario ¿entiendes lo que quiero decir?

Quiero que ella sea mía.

Humor

Su cabeza descansaba acomodada en mi pecho mientras su mano iba de arriba abajo, acariciando los vellos que nacían allí. Su respiración era agitada pero comenzaba a pausarse, dando un efecto bastante bizarro y muy placentero para mis oídos, las tardes con Pam eran siempre como una primera vez. Le besé la coronilla y ella alzó la cabeza hacia mí, sonriéndome con una pequeña chispa de lujuria colmada.

-Creo que haré un hueco mañana en mi horario -le dije, antes de atrapar sus labios en un majestuoso beso. Su boca sabía a sal y crema batida, y mi fuerza de voluntad no duró mucho, en cuestión de segundos rodábamos por la cama envueltos en sábanas que tratábamos de quitarnos. Ella reía, la gracia de sus sonidos inundó la habitación y el movimiento que describían sus hombros gracias a la diversión me resultaban la cosa más bonita del mundo.

El teléfono sonó. Era el suyo.

Me quedé inmóvil por unos segundos mirándola a los ojos, no estaba seguro de si contestaría o simplemente dejaría correr los timbrazos como usualmente lo hacía. Se decidió por tomar el teléfono, checó la pantalla y apretó la tecla verde

-Diga-

Una serie de asentimientos y un "está bien" para luego colgar y desternillarse de la risa. Su cara tomó una tonalidad rosácea y pensé que iba a, literalmente, partirse. Se agarró de las sábanas y me tiré de medio lado, ella no iba a parar y  obviamente no iba a haber ningún tipo de acción hasta que se calmara. Una vez que lo hizo, me erguí sobre un hombro y le pregunté qué pasaba, con cara de confusión.

-Era mi esposo, ha dicho que se ha ido de copas contigo-

Diario de Sophia White

Querido Diario:

Hoy sentí miedo, miedo de perderlo todo, de perder lo que ese "todo" significa para mí. Lo sentí en mi alma, en mis venas, me ha acompañado todo el día empañando mi buen humor y puedo decir que la gente se ha dado cuenta. Aunque, no sé si les ha importado ¿sabes? Últimamente pienso que no le importo a nadie, que soy una herramienta más en el almacén de alguien.

Pienso que soy un objeto ¿eso está bien? ¿debería pensar que eso está mal? No lo sé, no lo sé. Tuve miedo de que todo se saliera de control y que la gente ya no me necesitara, tuve miedo de dejar de ser útil, precisa, imprescindible. Y es que, si no soy imprescindible para ellos, bien pueden dejarme botada en un basurero ¿entiendes? Y yo los necesito tanto, Diario, los necesito para vivir, necesito de sus demandas, pedidos, quejas, críticas. Los necesito para sentirme alguien.

Yo sé que después leeré esta entrada y me iré a dormir llorando, sé que me sentiré una estúpida mojigata por dejar que la gente me utilice, pero ¿y qué? Al menos puedo encajar de alguna manera ¿cierto? Daría todo por ser parte integral de ese círculo, de su círculo donde soy un punto sobrante.

Hoy sentí miedo, Diario, vi el brillo de la capacidad en los ojos de alguien que se consideraba a sí mismo un inútil, pronto dejarán de quererme, de anhelarme, de necesitarme. Necesito que alguien me quiera, ¡qué importa si es por lo que soy o por lo que hago! Necesito que alguien me quiera y cuando sus ojos brillan con el "yo sí puedo" es una batalla perdida para mí. Necesito que la gente se sienta inútil para poder afianzar mi posición.

Eso no es tan malo ¿o sí? Después de todo, TODOS luchamos por un puesto en el organigrama social que en estos días lidera todos los aspectos de nuestra vida.Todos luchamos porque eso queremos, porque lo necesitamos después de un tiempo sobre-anhelándolo. Por favor, deja que toda la gente siga regodeándose en su incapacidad y hazme la líder de ese mundillo de hambrientos donde soy la única que tiene y tendrá pan de por vida.

Buenas noches

Soph.

Carta a un amigo

Londres, 05/11/1987

Después de quitarme las pulseras, supongo que aquí comienzan mis memorias. Usando un cuaderno roto y la pobre luz que hay en mi cabeza actualmente hablaré de tí, esperando que nadie descubra este libro jamás.

No eres un jugador de futbol, de hecho, hoy tus rasgos se ven desencajados por la redondez antinatural de tu cara y tu doble papada, sin embargo, estoy bien con eso. Tu cabello, oscuro y lustroso cuando eras más pequeño se ve despeinado y ha perdido parte de su atractivo, sin embargo, nunca fue tu físico lo que me atrae de tí y, no así, es mi físico al parecer lo que te repele.

Siempre me gustó tu voz, tus casi perfectas ortografía y caligrafía, me gusta tu aroma, lo mucho que sabes, me gustas no por lo que puedo ver, me gustas por lo que eres, por lo que vivimos estando juntos y siendo amigos, me gusta cuando me das a entender que soy una niña por llorar por cualquier cosa, me gusta tu expresión de deleite y consternación cuando me enojo, incluso, amigo mio, me gusta que me regañes. Me has gustado así desde siempre y por siempre así me gustarás.

Ayer, amigo, hubiese dado todo a aquel que me dijese que también te gusto; hubiera dado todo por un guiño de tus ojos sesgados al pasar, lo hubiese dado todo, sí. Pero ese ayer fue hace dos semanas y soy catorce días más sabia, más fuerte y algunos dirían que un poquito más madura; así que hoy, amigo, deseo tu felicidad y la mía, de forma general, no exclusiva pero tampoco inclusiva. Seremos felices, juntos o separados bien tú y yo o nosotros y otras personas y ,más que todo deseo que volvamos a ser amigos de verdad, amigos fuertes y que se quieren aunque yo más que quererte, te admire y te ame.

Nunca te entregaré esto y si lo hago, ten en cuenta que no es una simple anhelación, es una meta. Seremos felices y seremos amigos como parte de esa felicidad. Seremos los mismos adictos al Monopolio y el dodgeball y todo estará más que bien.

Nunca me arrepentiré de haberte confiado lo que siento, digo para finalizar, aunque temo decirte que desistí de todo intento y ahora me empeñaré en revivir nuestra una vez grandiosa amistad y si eso tampoco lo logro, no entristeceré pues ya hemos tenido muchos hermosos momentos juntos.
Con cariño

Adele.