Sunday, October 28, 2012

"Afuera llueve" piensas esperanzado, anhelando una capa densa de gris cubriendo la usualmente burlona sonrisa del sol. El mismo gesto que te espera entusiasta cuando corres la cortina y te acercas a la ventana, las manos haciendo visera sobre tus ojos. Has esperado ¾sin suerte y ya por varios días¾ que llueva incesantemente, sin clemencia, que las calles se inunden y puedas ver a través de la misma ventana a la que te asomas ahora los riachuelos corriendo por la acera hasta alguna boca de visita más abajo en la calle. El cielo te ha recompensado con los días más brillantes y calurosos que hayas vivido.

Se siente como si se burlara de ti, como si todo el planeta se hubiese confabulado, en su perfecta sincronía de eones de antigüedad, para hacerte padecer con fiereza las cosas que tratas de ocultar tras lo que llamas un “buen tiempo”. Cantidades magistrales de lluvia colándose por las ventanas y debajo de las puertas, mojándolo todo a su paso. Gente, objetos, plantas… anegados por el tenue resplandor de las gotas cristalinas bajo un sol que se oculta en las nubes opresoras.  Te lo imaginas indefenso llorando tras los barrotes, como un niño que se estira en su cuna para alcanzar un juguete, sin lograrlo nunca.

El pensamiento te hace reír.

Las manos van a la cara como un relámpago, tocando la piel ahí donde se tensaron los músculos para develar un gesto que se asocia desde tiempos inmemoriales con la alegría, pero que en ti es sinónimo de pura amargura y acritud. Las yemas exploran la cara, surcada de restos de otras emociones que no te han alcanzado en largo rato. Felicidad, celos, ira, simple y llano descontento; todas parecen estar ahí, recordándote que pudiste sentirlas alguna vez. Ahora apenas si te llegan de vez en cuando, en momentos que intuyes, las emociones tuvieron que haber sido fuertes y las proyectas como una reacción automática.

Discusión ¾buscandobuscandobuscando¾ va de la mano con ira.  Lágrimas, salgan, salgan.

¾Noticia¾ te alerta el cerebro, pronto a recibir la información del exterior e inmediatamente después  grita que es de carácter positivo. Fuerzas la sonrisa de manera casi aceptable y la voz acude a tu garganta en un graznido que usualmente sale en tu tono “natural”.

Las cosas que antes podías percibir y que te afectaban eran una casa brillantemente construida, que tras ser barridas por un huracán, te dejaron sólo con planos que te las ingenias por interpretar. Son esos planos y un modelo a escala lo que presentas ante la gente y estos te compran la casa, sin notar que les has timado.

(Lluvia, lluvia, por favor, ven)

¿Hace cuánto alguien ha pedido ver el interior de la casa por última vez? Tres meses, quizás un poco más. No recuerdas cuándo sentiste que alguien te necesitaba de esa manera tan sustancial que recuerdas te hacía sentir muy bien. Ríes. Ahora “bien”, lejos de ser un estado de ánimo óptimo significa “no tan mal” y el terror, una de las pocas cosas que a ciencia cierta sabes que sientes, te formula una pregunta que aún no puedes contestar.

¾¿Cuánto más durará esto?¾

El calor del día te quema la piel de los brazos y las lágrimas prontas se asoman a tus párpados inferiores como doncellas en un balcón. Agitan los pañuelos , y éstos caen por tus mejillas en su puro estado de agua y sal. Sientes el cobre en la boca, lo sientes en las venas, lo oyes martillear en tus oídos mientras enjugas tus ojos con el dobladillo de la manca. La pregunta resuena como el eco de una campana en su campanario, llamando a la misa de las cinco. El sol brilla fuera más que nunca, más que siempre, y te vas arrugando, apergaminando y embotando, esperando empotrarte en la pared. Vaya que no es bonito, pero es placentero. Sintiendo nada te sientes bien; o bueno… no tan mal.

(¿Cuánto más durará esto?)

Las lágrimas se desbordan de nuevo, pero esta vez las dejas correr. Después de todo, nadie te ha dicho que sería fácil, pero absolutamente nadie mencionó que iba a ser tan condenadamente difícil de aceptar.


Friday, October 26, 2012


                An-dre-a.
               
                An-dre-a. De la inflexión en tu nombre, seguro no estoy. Ha de ser porque te descubrí  inglesa y así como te recuerdo aunque mil veces te hispanices.

An-dre-a. Se me hacen confusas las sílabas que te dividen (en tres, en dos ¿y qué importa?) entre rayas y puntos, en Morse y Braille; y te me antojas esdrújula, grave y aguda, todo a la vez, en una mescolanza de recursos literarios que no revelan la verdad de tu persona.

An-dre-a ¿Sabías que al colocar una “s” podrías ser chico? O quizás una multitud de muchachitas como tú: altas, blancas, rozagantes; con ojos de Bambi y afición por quedarse despiertas (¿Cuánto duermes, Andrea? ¿Con qué frecuencia sueñas?) hasta que noche y día se funden en los límites, pintando un espectro borroso.

An-dre-a, An-dre-a, An-dre-a. Es curiosa la forma en que mis dientes acarician la lengua al pronunciar la segunda sílaba, casi como si estuvieran catando la palabra antes de hacerla audible ¿es eso lo que hacen? Y si lo hiciesen, no pondría yo en duda su decisión. Es tu nombre, con su peculiar escalerilla a tres partes, de una armonía tan deliciosa que lo guardaría para mí si no fuese un pecado el egoísmo.

An-dre-a. Me pregunto si firmarás con él o si en lugar usarás algún garabato fácil de memorizar. Quizás sea éste el  caso ¾ si así fuere,  he de decirte que me acongoja¾ y tropiece algún día con una de tus obras, adornada con una floritura que sólo tus dedos son capaces de producir. La sinuosidad, la elegancia y el diapasón de la palabra sepultados en deferencia de galimatías incomprensibles. Casi me imagino a tu madre preguntando, con su voz atiplada, dónde se entiende ahí siquiera la inicial de tu apellido y tú, con tono afectado, le responderías que sólo al observador experto le será obvia la ubicación.

An-dre-a. La comunión entre tus letras y cada una de tus cuerdas será algún día mancillada por un hombre ¾entrañable caballero, espero¾ que quiera unir su vida a la tuya en un intercambio unilateral. An-dre-a, no lo hagas. Consérvate, consérvale. La adorable confusión, el pie seco y el mojado, el punto de inflexión y el cambio en la dicción cuando al conocer a alguien, insistas en el inglés que me confundió una vez. Consérvale, aférrate y piensa ¾ten la certeza¾, que las cosas cambiarán cuando esa segunda sílaba se desenrolle diferente, apática, frente a un cambio irreversible. Consérvate, consérvale, y aunque seas de él, sigue siendo mi An-dre-a.

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¡Hey! Feliz casi navidad o algo. Espero que estén bien y que estén aprovechando su tiempo al máximo.